Decido comprar una tele y en ella me viene todo, bueno y malo y se mereció la pena comprarla.
Decido comprar un medicamento y en él me viene todo, bueno o malo y todos sus respectivos efectos secundarios.
Decido vivir mi vida, nacer sin que nadie me haya preguntado, ¿Y MI MANUAL DE INSTRUCCIONES? Pregunté sin hallar respuesta.
Decidí aceptar tener amistades con las cuales compartir mis días y escuchar los de ellos, acepté sus idas, sus venidas, sus buenos y malos días, e incluso, acepté saber la posibilidad de que los perdería, acepté la posibilidad de que el rumbo de vida cambiaría, de que mi rutina se perdería, de que no habría manual de instrucciones que me guiaría.
Decidí probarme a mí misma, demostrar que podía y aceptar que muchos me derribarían pero animada estoy de ello porque sabía que muchas batallas perderían.
Decidí apostar por lo que nadie quería y aceptar la posibilidad de que lloraría.
Decidí adaptarme al mejor estilo de vida que yo veía aun sabiendo que la gente me criticaría y a su lado me llevarían. Decidí salir hacia adelante, proponerme a hablar de lo que yo tanto quería a gente que un futuro apreciaría sin saber que tantas decepciones me llevaría. Aposté por personas y por mí misma, dije que lo lograría sin saber que sin respuesta me quedaría. Di mis buenos días, mis buenas noches a gente que prometía alegría a mi vida sin saber que ellos tristeza me causarían. Decidí creer en una mera posibilidad y ahora estoy en busca de ella. Decidí reconstruir una nube de ilusiones, perderme en un mar de buenas intenciones, imaginar un futuro con personas que en un pasado se daban cuenta, un par de veces, de que existía. Ahora vuelven a jurar que se acuerdan de ti cada día y que por ti la luna recorrerían pero yo ya estoy perdida. Una vez perdí mi tiempo pensando en gente que suponía que me apreciaban y ahora que yo estoy decepcionada vienen, como la primera vez, creándote un mar de dudas porque se dejaron el manual de instrucciones.
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