viernes, 28 de noviembre de 2014

Nadie es tan bueno ni tan malo.

El silencio invade todo el espacio por el que estoy rodeada. Llueve, me encanta la lluvia, el sonido de las gotas al caer. Viernes por la noche. Perfecto para reflexionar y pensar en todo. Me gusta el sonido de las goteras del pasillo de ahí fuera. Todos duermen, todo esta oscuro, excepto un pequeño rincón de la habitación en el que se ve el portátil encendido. Y ahora, empiezas a darle vueltas a la cabeza. Acabas sintiéndote inútil. Como siempre acabas haciendo. No vale para nada dormir, piensas.
Siempre estas cansada. Siempre tienes que reunir fuerzas para estar con una sonrisa. Una sonrisa débil, triste. Podrías pasar horas pegadas al ordenador, evadida de todo el mundo. Te pones a mirar fotos, de ti, de la persona que eras antes, te preguntas como has podido cambiar tanto. Tal vez no sepa tomar buenas decisiones. O tal vez no quiera. No sé escribir, soy pésima. Escribo una frase y la siguiente no tiene nada que ver con la anterior. Pienso que nadie es tan bueno ni tan malo. Pasaré la noche despierta. Me mantengo con los ojos abiertos. No puedo cerrarlos. La oscuridad de la habitación se apoderaría de mí. Y sigo aquí. Acompañada de recuerdos y pensamientos.

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