domingo, 26 de marzo de 2017

Fusionamiento de la nada y el todo.

Decidí escapar de aquí, volar hacia otro lugar donde la nada cobraba su importancia. Pensé que una mente vacía no me aportaría más de lo que yo podría transmitirme a mí misma. Y así hice, me largué, y me fui donde solo había lugar para mí misma, y mis pensamientos.
Ahí podría pensar, ¿en qué?
En cualquier cosa, la realidad está hecha para los que la saben vivir, para aquellos que solo intentan vivir su día a día como una rutina, para los ignorantes que no aportan nada.
En aquel pequeño lugar intentaba buscar aquello que rondaba en mi cabeza, una pequeña solución para tantas preguntas.
Allí profundizaba, filosofaba, me cuestionaba la propia existencia humana, la realidad, los por qués.
No encontraba hallar respuesta, pero esa inmensa calma que invadía todo, me transmitía paz, tanta era la relajación que no me importaba nada. No quería salir de allí, pero me buscaban. Me pedían a gritos que volviese. Tuve que volver.
Y de nuevo volví a aquella realidad tan monótona, a observar las mismas mentes que me rodeaban, los mismos entornos que tanto me aburrían.
Quería evaporarme, desvanecer de tanto murmullo que hablaba sin decir nada.
Una paleta de grises sin mezclar colores para hacer una gran obra de arte, aquello era esa realidad tan horrible.
Y yo, que deseaba ir a un mundo de colores, o tal vez al color negro, o blanco, pero sabía como utilizarlos para convertirlos en algo complejo, algo entretenido, vivo.
En ese pequeño mundo podía hacerlo, ese pequeño mundo era el todo, aunque simplemente no era nada.

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